GANADORES COMPETENCIA NACIONAL DE CORTOMETRAJES 2018
Los jurados de la Competencia Nacional de Cortometrajes Armando Russi, Augusto Bernal y Jerónimo Rivera, determinaron que el ganador en la categoría documental es el corto “Ell@S” dirigido por César García Garzón; Mientras que en la categoría ficción el ganador designado fue “Buena Fe” de Sandy Gómez Rojas y Camilo Restrepo Fogarassy.
Sólo 18 de los más de 80 trabajos audiovisuales inscritos hicieron parte de la Selección Oficial de este año: 10 en la categoría ficción y 8 en la documental. Luego de quedar en dicha selección los jurados establecieron los dos cortometrajes ganadores. “Buena Fe” de Bogotá D.C. y “Ell@S” de Soledad, Atlántico. “Buena Fe”, ganador en Ficción, narra una de las más estructurales problemáticas del país, el asunto de las tierras. “Ell@s” corto ganador en Documental, registra hábilmente una iniciativa entre la comunidad LGBTI. Cada uno de ellos fue acreedor de un galardón y un cheque por valor de un millón de pesos.
Ésta es la ficha técnica de los cortometrajes:
Buena Fe (Bogotá – Colombia)
Dirección: Sandy Gómez Rojas – Camilo Restrepo Fogarassy
El corto se centra en la perspectiva de una mujer, ella es una espectadora dentro de la oficina de un político, allí vemos como la corrupción, la burocracia y la política se entrelazan para apropiar la tierra.
ELL@S (Soledad, Atlántico)
Dirección: César García Garzón
El 30 de diciembre se llevó a cabo la ‘Pelea por la Equidad de Género’, como iniciativa de la Alcaldía de Soledad para abrir nuevos espacios a la comunidad LGBTI. Brandon San Juán y Brianys Romero se enfrentaron en la última presentación de la noche.
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Cultura narco, bastión de consumo
Por: Juan Sebastián Arias Palomá.
Un paso adelante y con micrófono en mano, un infante de la institución Juan Sábalo High School del municipio de Garzón-academia participante en el cuarto día del Cinexcusa-toma la vocería y pregunta a Luis Miguel Rivas-invitado del Cinexcusa (vía Skype)- ¿Cómo las nuevas generaciones pueden cambiar la realidad de la cultura narco a partir de la novela o el cine?
Luis Miguel, responde que lo vital para las nuevas generaciones es florecer la semilla de la conciencia política, transformar la estética de las historias y evitar despertar la espectacularidad que refleja el narcotráfico. Ya que, la problemática radica en los escuetos procesos culturales que enaltecen la sociedad de consumo, propinando jaque mate a la cultura del progreso a través de la educación.
“El narcotráfico es un producto del capitalismo compulsivo”
Acomodándose la cabellera frecuentemente, Rivas, acota la sistematicidad de la pobre cultura regional, rebobinando que en Medellín los estereotipos son de negrilla sostenida. Por un lado, el hombre de camisa a cuadros con fino pantalón, zapatos de brillo y sombrero de palma iraca; encarna el carácter fuerte y rudo, de voz templada y chequera abrumadora. Y por el otro lado, la mujer de senos protuberantes, caderas voluptuosas, tacón alto, lunar en la boca, simboliza la coquetería en su máxima expresión. Así, seducen a una sociedad atrapada en el que dirán, menospreciando el modelo de progreso (educación) como sociedad.
“Nos preocupamos más por lo estético que lo intelectual”
Desde luego, Luis Miguel en su obra Era más grande el muerto, busca reflexionar en sus lectores el sentido de lo material como algo sobrevalorado. Tanto, que no se tiene conciencia sobre las cosas viles que llegamos hacer para conseguir dinero o vienes de lujo. Los chicos de barrio popular, media y hasta alta, piensa que el futuro es la capacidad de materializar una moto, un carro, unos tenis Nike y convivir con una mujer que robe miradas.
En síntesis, la solución está en fortalecer la educación con herramientas pedagógicas. El amor a los temas musicales, la pintura, el teatro y el cuento; son los incentivos-interactivos- con los que vinculas a un niño a conocer su realidad. El cual, interpretan su entorno, cuestionan su realidad y viven en el continuo proceso de cristalizar nuevas realidades.
“Contamos todo lo que sabemos y sabemos todo lo que contamos”
En horas de la tarde, los espectadores del Cinexcusa ya habían disfrutado de la película El Rey y se preparaban para ver Tropa de Élite. De momento, una periodista y politóloga encargada de cubrir problemáticas del sur colombiano, nos hablaría de como se deben cubrir las noticias y cual debería ser su tratamiento.
Juanita Vélez, editora de La Silla Sur-apéndice de La Silla Vacía para la región sur colombiana-cuestiona de la información de los medios tradicionales. Pues, su enfoque se ve direccionado a lo que mande la administración de turno, convirtiéndose en boletines de alta difusión.
Mujer de cabello rubio y anteojos, expuso las notas más sobresalientes que ha sacado La Silla Sur desde su instancia en el Huila (un año). Cubriendo de primera mano los acontecimientos de los departamentos como Huila, Putumayo, Caquetá etc. Siendo la voz idónea para aclarar las dudas de los presentes sobre el narcotráfico en la región.
Juanita-de Jean y tenis-con acento santafereño pronunciado, piensa qué “Duque se pegó su dosis derecha”. Congraciándose con su electorado religioso y conservador. Pero, pierde el norte de cómo debe tratar el consumo de sustancias psicoactivas para evitar el narcotráfico. Lo adecuado-para Juanita-sería implementar programas efectivos de sustitución de la hoja de coca. Cómo, por ejemplo, cooperativas que impulsen otros productos del sector alimenticio con base sostenible, industrial y empresarialmente ecológico.
Es vital-concluye Juanita- “no defender, si entender” porque muchas familias les ha tocado cultivar la hoja de coca para sobrevivir. No obstante, entra en juego la memoria histórica, traduciendo que el problema del narcotráfico es sistemático y no particular. Así, el campesino no es visto como un delincuente, sino como un ciudadano que necesita rutas de acceso a la productividad agraria.
“La violencia en Colombia no es pura, porque a través de la sangre se comunica un discurso”
Caída la tarde, después de ver la película Jardín de Amapolas, su director-Juan Carlos Melo-habló de la importancia de entender el conflicto armado como un discurso político. Para Melo, “La violencia pura hace el daño sin tener que exponerlo al escarmiento público; en cambio, cuando se viraliza el acto dantesco del conflicto, se comunica una inconformidad o problema sistemático de la sociedad”.
Melo-en voz pausada y suave, característica de su Nariño del alma-asevera que el narcotráfico no es el problema general de la violencia, sino una causa. En su película, por ejemplo, describe el desplazamiento forzado de familias que solo conocen la agricultura como método de supervivencia. Lo anterior, modifica las prácticas ancestrales de esas familias, perjudicándolas. Acto que, obliga al desterrado a rebuscarse la vida de la manera más oportuna, sin importar que sea legal o ilegal su nuevo oficio, pues el hambre y techo, no dan espera.
“En Colombia no se vive, más bien se sobrevive”
Concluyendo-Melo-utiliza el lenguaje audiovisual para mostrar las distintas caras que representan las víctimas. La idea, es fomentar crítica durante toda la cinta cinematográfica, sensibilizando al observador. Así, se entiende que la salida al conflicto está evaporando la indiferencia presente en cada uno de nosotros. Siendo el amor, clave a la hora de reconstruir nuestros principios como sociedad. Y la alteridad, como instrumento que despierte sentires propios por los afectados (víctimas) y (victimarios) que busquen un viraje plagado de esperanza. Qué, por un lado, erradiquen la violencia del cartel o la ideología, y por el otro, promuevan educación de calidad, cultura universal y equidad para todos.
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Las causas del conflicto siguen vivas: Melo
Por: Gustavo Patiño
¿Jardín de Amapolas busca contar una historia de la gente del común en el conflicto?
La historia es sencilla, no tiene grandes pretensiones, sino que lo que trata es de acercar a un público que esté alejado de lo que vivió el país y de lo que todavía se está viviendo, porque no está superado totalmente, creo que es un paso importante.
¿La película es entonces un insumo para buscar la reconciliación?
La película se hizo en otra etapa, en otro contexto, ahora las cosas son diferentes. Entonces era hasta un poco peligroso contar estas historias poniendo a los actores del conflicto tan en evidencia, era otra época. Entonces lo que se trataba era de decir ‘aquí están pasando cosas terribles’, porque si recordamos, en esa época el conflicto no tenía la trascendencia mediática que debió haber tenido. Más bien si ahora miramos al pasado, todavía no somos capaces de dimensionarlo porque no supimos de eso.
¿‘Jardín’ tiene una postura política?
Yo creo que sí hay una postura política, nada puede ser imparcial. Desde que tú decides dónde poner la cámara estás tomando ya una postura, creo que si se está diciendo ‘está pasando esto’, ‘el conflicto es algo grande’, lo que hablábamos también de la violencia, se trataba de una violencia que sí comunicaba, que sí decía quién tenía el poder y de hecho todas estas masacres dan cuenta de ello. Tenemos que seguir reflexionando sobre lo que pasó y estar siempre pendientes de estos hechos.
¿Cree que aún hay preguntas por resolver en el país desde el cine?
Yo creo que hay más preguntas que se tienen que seguir resolviendo con más películas o con más producciones artísticas. Ahorita tenemos que saber que la paz no es solamente dejar de dispararnos, las causas que hicieron que el conflicto surgiera todavía están vivas, todavía hay que atacar esas causas para que esto no sea un eterno retorno, debe haber una justicia que tiene que ser social, no de castigo porque la última suena más a venganza y eso no cura el germen de lo que está sucediendo.
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El foco en las historias entre líneas
Por: Gustavo Patiño
Con el micrófono en la mano, el niño de unos once años se dispuso a hablar frente a la webcam, “mi nombre es Juan Andrés Sáenz Mesa, estudio en el grado sexto del colegio Juan Sábalo School y mi pregunta es esta: ¿nosotros como nueva generación cómo podemos cambiar esta realidad?”. Quien estaba al otro lado de la cámara, en Argentina, era el escritor paisa Luis Miguel Rivas, quien estaba hablando de su libro ‘Era más grande el muerto’, una novela que retrata la cultura del narcotráfico en un barrio pobre a partir de la historia de dos jóvenes denominados por el autor como ‘chichipatos’, es decir, jóvenes que aunque son pobres y viven en un barrio inundado por sicarios, no se atreven a vivir la vida de sus vecinos, “las nuevas generaciones deben tener que pensar políticamente, tienes que preguntarte por qué pasan las cosas, si eres pobres te debes preguntar por qué y a partir de allí buscar las soluciones; a las nuevas generaciones le recomiendo que lean, que expandan el conocimiento”, fue la respuesta del escritor al niño.
En el conversatorio, Rivas habló de cómo intentó retratar en su libro las dinámicas culturales del narcotráfico a partir de sus personajes principales, “el libro habla de Manuel y Geovany, dos pelados que viven en ese contexto pero que no se atreven a estar en el negocio del narcotráfico, por lo que son llamados chichipatos y que siempre quisieron vestir como los sicarios que sí estaban en el negocio, entonces deciden comprar y vestirse con la ropa de los otros luego de que fueran asesinados. La síntesis de la novela es que el narcotráfico no es un asunto de narcotraficantes, sino que es cultural, es una cuestión resultado del capitalismo, donde hay unas jerarquías y pone a los chichipatos abajo en la escala social, luego de los sicarios”.
Mirar hacia la gente común
Rivas hizo énfasis en qué hay, detrás de esas grandes historias sobre el narcotráfico que se ven en los medios de comunicación, pequeñas historias que hacen parte de la realidad de la gente del común, la que vive en barrios como en los que el creció en Envigado, a dónde llegaba Pablo Escobar a repartir plata. De igual manera, Juanita Vélez, editora del portal web La Silla Sur, se refirió horas más tarde sobre las pequeñas historias que existen en las dinámicas del narcotráfico y de las que un periodista solo se puede enterar si va a conocerlas personalmente, “hemos cubierto el tema del narcotráfico desde distintas ópticas, la que más me ha gustado a mí es la de los cultivadores de coca y la lucha de ellos para dejar de ser estigmatizados. Parte de las cosas que encontramos en la reportería es la de que ellos tenían muchas expectativas frente a los acuerdos, desde los programas de sustitución y ahora hay mucha incertidumbre”.
La periodista y politóloga conversó con los asistentes al Cinexcusa de la tarde del cuarto día sobre su perspectiva del manejo de la lucha antidrogas del actual gobierno, “hemos podido encontrar tres tonos muy distintos dentro del gobierno de Iván Duque para abordar el tema del narcotráfico, está el Mindefensa insistiendo en el uso del glifosato, Minjusticia con un tono moralista y el Alto Consejero para el Posconflicto Archila defendiendo los acuerdos”. Vélez hizo énfasis en que es necesario que los periodistas tengan más instinto al momento de buscar las historias que quieren contar, “no quedarse con la rueda de prensa, no quedarse con lo que dijo el ministro e ir más allá y saber por qué lo dijo, que hay detrás, saber leer entre líneas y buscar más allá”.
Afinar los sentidos
Hizo hincapié en que es necesario buscar esas pequeñas historias que parecen estar entre líneas dentro de la información general de lo que pasa en el país, señalando que se trata de humanizar el periodismo dando a conocer, generando contexto, “uno llega y se da cuenta que no tienen cómo más vivir, les queda más fácil la pasta base en la mochila porque no hay carreteras para sacar los bultos de café. No es una cuestión que te permita defenderlos, pero sí entender las dinámicas. Lo que puedo aconsejar es que hay que salir de esos lugares comunes que hacen que uno hable de los temas desde las capitales, hay que dedicarle tiempo a ir a terreno para darse cuenta”.
Lo terrible de la guerra
De esas historias que hay en los territorios, entre líneas, y que siguen sucediendo a las personas en medio del conflicto y el narcotráfico, habla la película ‘Jardín de amapolas’ de Juan Carlos Melo, proyectada en la noche de este jueves. Una historia narrada desde la inocencia de una amistad infantil que se ve truncada por las dinámicas del narcotráfico y el conflicto armado, “la premisa de la película es lo terrible que puede ser la guerra y como afecta a algo tan transparente como lo es la infancia”.
Durante la conversación con el profesor Betuel Bonilla, Melo narró algunas de las dificultades que tuvo en el momento de producción del film, como que para poder trabajar con las amapolas tuvo que obtener las semillas de un pastel y que el primer cultivo que hizo lo perdió, por lo que tuvo que reiniciar, “fui a narcóticos a pedir un permiso para sembrar y allá el comandante me dijo ‘pero ¿cómo me va a pedir eso?, es como pedir un permiso para robar’, yo le dije que era algo cultural y me dijo ‘yo no he visto nada’”. Igualmente, el cineasta reflexionó sobre la actualidad del conflicto y cómo la violencia es una de las tantas manifestaciones de poder que existe en la sociedad, “hay un filósofo coreano que habla de que la violencia es pura cuando deja de comunicar, pero la violencia siempre comunica, la violencia es poder y la utilizan para dominar”, agregando que aunque el narcotráfico ha sido uno de los principales factores dentro del conflicto colombiano, no es el único, “el conflicto tiene múltiples factores, en él el narcotráfico es más como un combustible que se genera. Creo que es algo que todavía falta por mirar”.
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La silla vacía: otra forma de cubrir el narcotráfico
Por: Juan Sebastián Arias Palomá.
La Silla Vacía es un medio de comunicación con sede en Bogotá que empezó su trabajo periodístico cubriendo temáticas de talla nacional. Al paso de los años, La Silla se posicionó por su rigurosidad periodística. Acto que, propició la creación de otras Sillas, enfocadas en las 5 regiones del territorio colombiano. Una de esas es la Silla Sur, encargada de cubrir los hechos álgidos de los departamentos del sur como Huila, Caquetá, Putumayo, Amazonas. Por eso, el festival Cinexcusa se mantuvo en la tarea de invitar a Juanita Vélez, editora general de la Silla Sur; para indagar la perspectiva que tienen como medio independiente, y que han encontrado desde su arribo en la región.
¿Es el narcotráfico el problema principal de la violencia en Colombia?
JV: Claro que no. El problema principal es la distribución inequitativa de la tierra. Efecto qué, potencia el capital económico y adquisitivo de unos pocos dueños de las tierras-algunos de ellos expropiando a familias humildes que se ven obligadas a vender-contra más de 6 millones de desplazados que luchan por conseguir el sustento diario. Lo anterior, ha sido el caldo de cultivo de los grandes terratenientes para la formación de guerrillas liberales en busca de justicia social.
En temas de drogas ¿Ha sido oportuno el cubrimiento de los medios de comunicación de la región?
JV: Para nada, los medios en general no cuentan muchas cosas sobre el acuerdo, porque no se la juegan por el acuerdo. Descuidando la interacción mutua que debería haber entre los medios de cada región. Entonces, la lógica de la sustitución de drogas se empaña, retomando noticias terciarias como la incautación de droga en ciertos barrios y comunidades.
¿En detalle, cuál debió ser el punto de partida para cumplirle a los campesinos?
JV: Primero, con el tema de sustitución hay un retraso monumental. Partiendo que ni si quiera se ha propuesto que alimentos serían los idóneos para remplazar la mata de coca y como sería ese modelo cooperativo para sostenerse empresarialmente. Por ejemplo, el café como producto insigne para el Huila y el sur, debería ser el insumo para seducir a los campesinos incrédulos con el tema de la sustitución.
Segundo, con el nuevo Gobierno no sabemos a que atenernos. Con el regreso del uso del glifosato como pesticida, arruga la cara de todas estas familias que acompañaban la sustitución voluntaria de la coca. Y la falta de compromiso de las Farc de venir a estos territorios a pedir perdón, aumenta el número de incrédulos sobre la implementación del acuerdo.
¿Qué se ha cumplido de los acuerdos de paz de la Habana en los territorios del sur colombiano?
JV: El sur para mí es como el termómetro de los acuerdos, porque vamos muy atrasados en todo lo que corresponde a la reforma rural y sustitución voluntaria para cumplirle a las víctimas.
¿Cómo ha sido la reacción (impacto directo) con las víctimas del sur, respecto al acuerdo final?
JV: De parte de las víctimas la disposición es muy grande, porque realmente el proceso funciona y las víctimas cumplieron un roll importante en que esto avanzara; por eso no quieren que se eche para atrás lo poco-pero positivo-que se ha construido hasta el momento. Aunque, la incertidumbre crece, ya que, el reloj sigue corriendo y todo sigue igual; disminuyendo la motivación con la que empezaron. También, la falta de interés del nuevo Gobierno en fortalecer el presupuesto del proceso y el de las Farc; que se han dedicado hacer política, empobrecen los puntos de perdón y reparación, debilitando el acuerdo firmado en La Habana.
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Cacao, medio ambiente, algo de música y la voz del perdón
Por: Gustavo Patiño
Una explosiva ola de aplausos inundó el auditorio Olga Tony Vidales en la tarde del tercer día del Cinexcusa cuando ‘Kevin Salvatierra’, exguerrillero de las Farc, se dirigió con un tono franco al público y dijo “de antemano, a todas y todos los que sientan que han sido víctimas de nuestro proceder en estos 54 años de guerra, les pido perdón. De una u
otra forma todos somos víctimas de este conflicto”. ‘Kevin’, quien ahora utiliza su nombre de pila, Edilberto Arias, se reunió junto a dos excombatientes más y un funcionario del Ministerio de Ambiente para explicar el proyecto ‘Ambientes para la Paz’, que pretende generar reconciliación en los territorios a partir de la formación de campesinos y campesinas en agroecología y como preservadores del territorio.
“Hay muchos sectores que se quieren apoderar de estos espacios y nosotros queremos que sea la misma comunidad la que se empodere de estos territorios y consiste en que las trochas que utilizábamos para la movilidad se conviertan en senderos para que la gente vea y se apropie de estos paisajes y los cuiden”, afirmó posteriormente, explicando cómo el programa se convertirá en una estrategia para poner en conversación a las comunidades, organizaciones sociales y el estado y, de esta manera caminar hacia la reconciliación en el país a pesare de todas las dificultades por las que está pasando la implementación de los acuerdos de paz entre las Farc y el Gobierno Nacional.
La experiencia que fue socializada en el principal escenario de la versión 13º del Cinexcusa, se presenta como un claro ejemplo de la posibilidad de construir país por fuera de los odios y rencores, por fuera de la economía ilegal, llena de guerra.
Juan Antonio Urbano es un campesino de la zona esmeraldera de Boyacá que hace unos años se juntó con otros campesinos de su mismo territorio y que estaban consientes como él de que la guerra entre esmeralderos o el narcotráfico no los iba a llevar a ningún lado, por lo que iniciaron un proceso de sustitución de cultivos, “nos liberamos de ese sentimiento de echarle la culpa a alguien, esa disculpa tonta donde el alcalde, el líder es de la culpa, eso no permite que asumamos nuestro propio destino. Nos cansamos de esperar y decidimos actuar y ahí nace ese sueño campesino donde el cacao juega un papel fundamental”, llegando articular un proceso no solo local, sino regional y nacional, llamado Distrito Chocolate, “una empresa que nos ha permitido demostrar que el cacao colombiano puede llegar al mercado internacional y competir con los productos de muchos otros países”.
Su intención, es la de construir un país en el que haya verdadera reconciliación, “asumamos con mucha más responsabilidad esa oportunidad que tenemos en el desarrollo del país”, aseguró, agregando además que, en su proceso, “las dificultades son muchas y especialmente los actores de la violencia, son las mayores dificultades, pero creo que la mayor dificultad es el desconocimiento por parte del campesino para crear empresa, cometimos muchos errores, pero aprendimos mucho”. Igualmente sentó una postura, afirmando que no importa cuántas veces quienes no desean que el país se reconcilie y se reconstruya, “quienes creen que matando a los líderes van a apaciguar el liderazgo están equivocados, cuando matan a un amigo líder a uno le da rabia y más ganas de seguir con su proceso”.
La noche llegó de la mano de los corridos prohibidos y el particular, pero concienzudo y documentado análisis de Carlos Páramo, director del Departamento de Antropología de la Universidad Nacional. Con la canción ‘la banda del carro rojo’ de Taxi Orquesta, inició un repertorio que situó a los asistentes en el origen y transformación de los corridos, los corridos prohibidos y los narcocorridos, “uno de los más significativos corridos que ha podido producir la literatura nacional y universal está en la vorágine, no tiene la estructura rítmica, pero sí ideológica de un corrido, que es el corrido de Arturo Cova, tiene los elementos del corrido: el amor, el azar y la violencia”. Según el antropólogo, los corridos se caracterizan por describir el sentir popular y, a pesar de los intentos por utilizarlos como propaganda negra o de evitar que se difundan, siguen perviviendo en las clases populares, “durante las brigadas civicomilitares del general Matallana, que tuvo una sensibilidad especial por la situación cultural, se generó por parte de él la creación de canciones que hablan de las infamias de los bandoleros como estrategia de propaganda negra, peor paradójicamente lo que hizo fue perpetuarlos en la memoria, eso sigue sucediendo en los narcocorridos”.
De esta manera, esos bandoleros a los que se pretendía quitar el apoyo popular, terminaban convirtiéndose en héroes, “lo que es significativo del genero corrido es la capacidad de narrar la memoria con arreglo a unas formas narrativas. Los corridos no son la expresión estética de la cultura del narcotráfico, más bien el narcotráfico ha exacerbado al corrido. No importa si es el narcotraficante, el sicario o el esmeraldero. Más que ser el corrido la forma de contar su historia, es la forma como este permite estructurar su vida, para entender su propia historia. La gente se piensa en clave de corrido y entiende el devenir en clave de corrido”, agregó.
Y es así como, muy a pesar de la imagen que ha sido muy difundida en el país de que los corridos exaltan la vida de los delincuentes, bandoleros o narcotraficantes, para Páramo la realidad es que este deja un precepto moral para quienes lo escuchan, como una forma de decirle que si sigue la vida de quienes son los protagonistas de las historias que narra, va a encontrar la muerte igualmente, “en el corrido lo que uno suele encontrar es paradójicamente un mensaje moral, ‘del polvo se viene y al polvo se va’, no es una apología al narcotráfico, sino que está generando un mensaje de las consecuencias de este estilo de vida”.
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La mirada de Natalia Botero y la memoria en su obturador
Por: Gustavo Patiño
Por el lente de Natalia Botero han pasado casi treinta años de historias. Historias del conflicto colombiano, de despojo y desplazamiento, pero ella con su garbo lleno de la dignidad de una fotógrafa que decide qué contar, determinó hace mucho tiempo que las historias que sus fotos cuenten sean las de la memoria, para nunca olvidar, para hacer catarsis y continuar.
¿Cómo llegas a decidir que la memoria es el principal tema de tus fotografías?
Uno empieza a construir un proceso personal del sentido de hacer fotografía y en esa trayectoria comienza también a pensar lo que uno hace y en esa trayectoria el trabajo mío ha dejado de ser la fotografía de noticias, la fotografía del momento, para volverse entonces relatos de largo aliento donde hay que trabajar el tema de la memoria.
¿Pero ver tanta guerra y conflicto no te ha afectado?
La mayor afectación ha sido que llevo casi treinta años viviendo ante mis ojos el conflicto y cada vez se ve menos clara la posibilidad de que la muerte, el terror y la violencia no sean esos temas cotidianos, que se puedan dejar de hablar en el futuro, sino que se volvieron comunes. Para uno hay una cierta frustración y un cansancio moral, en vez de sanar heridas y solucionarse la situación del país antes se agudiza más y eso me ha generado una desazón profunda.
¿Por qué sigues insistiendo en tu labor?
Quería que la fotografía no se convirtiera en ese mecanismo y esa herramienta para seguir registrando ese dolor, sino que fuera la herramienta para construir esa transformación, ahí es donde me instalo yo, donde más que la herramienta mía, la fotografía se convierta en la herramienta de sanación, de perdón, de reconciliación, mas no de olvido.
¿Cómo crees que nos ha afectado el narcotráfico?
Lo que nos deja el narcotráfico es un cambio cultural muy profundo. Generó la cultura de la plata fácil, de las armas que te dan el poder por encima de cualquier otra cosa y de que ya los jóvenes viven el ‘no futuro’, pues es más fácil tener un arma y generar mucha plata que tener que gastar cinco años en una universidad. Se perdieron los valores y principios, el narcotráfico le hizo un daño inmenso al país, en la corrupción política, en las familias y las formas de vivir; no es algo que se pueda acabar tan fácil, sino que está arraigado en nosotros, en lo que somos.
En cuanto a la fotografía ¿Qué diferencia ves entre la análoga y la digital?
Siento que tuve la posibilidad de aprender la fotografía de un sistema que permite una reflexión, pensar, que te obliga a hacer, que fue el análogo, además de ser un número limitado de fotos, te pone a leer bien la luz, generar una obturación precisa y que es una edición desde la toma. El sistema digital volvió perezosa a la gente y le entorpeció la mirada, porque como mucho se resuelve en programas digitales, entonces hay un facilismo muy perverso que no permite que se construya la imagen desde lo propio que es ella.
¿Y cómo motivas a tus estudiantes a que hagan mejores fotografías?
Yo los motivo a que primero haya una conexión con ellos y con el deseo del hacer, que miren y que observen antes de obturar, para que lo que obturaron y fotografiaron sea lo que quieren hacer. Siempre los animo en que más que pensar que van a tener la fotografía de la ‘chiva’, es que tengan la fotografía buena que quieren llevar.
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Corridos Prohibidos, la narrativa del pueblo
Por: Juan Sebastián Arias Palomá.
“Los corridos son recordatorios, souvenires que reviven hechos puntuales de una sociedad”.
Luego de la Asamblea multiestamentaria de la Universidad Surcolombiana, declarándose en paro permanente indefinido a causa del déficit presupuestal de la educación pública en Colombia; dio inicio un conversatorio nutrido de mucha rítmica norteña, llanera y ranchera, denominados corridos prohibidos.
Conversatorio dirigido por Carlos Páramo, invitado por excelencia del Festival Cinexcusa en su versión 13°. Qué, a partir de la reproducción de corridos para el auditorio expectante, detalló cada composición en busca del relato que inmortalizó un suceso.
Páramo-antropólogo de la Universidad Nacional-acota que los corridos prohibidos encarnan la vida de la persona que vive en la frontera o de aquel personaje que se dedicó al mundo de la ilegalidad. Así, configura un sentido social, visibilizando a todos los actores que albergan una problemática en particular, tanto protagonistas como secundarios.
En Colombia-explica Páramo-los corridos relatan hazañas de guerrilleros liberales de la época como Guadalupe Salcedo o Dumar Aljure. Y, como precedente colombiano, el narcotráfico y la minería ilegal quedarían gravadas en cultos populares a personalidades oscuras para la historia de nuestro país. Como Pablo Escobar, Efraín González, Sangrenegra y José Gonzalo Rodríguez Gacha “El Mexicano” qué, particularmente, grababa su propia historia en corridos de antaño.
“Pensarse la vida como un corrido para entender la historia y no volver a repetirla”
Los corridos al enmarcar un suceso histórico determinado, se convierte en un juicio estético, mencionó una espectadora del evento. Qué, en efecto, Páramo validaría. Porque eficazmente el género trae a colación cada vez que se le repite, un discurso político socialmente excluido, pero que coloquialmente se acepta en el actuar diario de la población descrita.
Finalmente, mientras las luces del recinto perdían fuerza para enfocarse en la proyección de la cinta mexicana Miss Bala (exclusiva del Cinexcusa), Páramo concluye su intervención diciendo: “Los corridos no deben ser calificados como música basura, ya que, al igual que el reguetón, solo relatan y enmarcan la clase de sociedad violenta y sin escrúpulos en la cual cogió vida”.
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Víctor Gaviria y el cine que narra a los otros
Víctor Gaviria, director premiado nacional e internacionalmente y que ha sabido romper los paradigmas de la estética predispuesta por la industria del cine, está en la 13ª versión del Cinexcusa para, luego que sea proyectada su película ‘Sumas y Restas’ este martes a las 6:30 p.m, hablar de narcotráfico.
¿Cuál cree que es la diferencia entre la narconovela y las películas de Víctor Gaviria?
Yo creo que a esas novelas les falta mucha investigación del entorno y terminan poniendo de héroe a los personajes y caricaturizando al fenómeno del narcotráfico. La diferencia que hay con ‘Sumas y Restas’ es, cuando trabajo, trato de recrear el universo de la película, de la historia, eso que sobrepasa el argumento, de tal manera que la gente encuentre muchas explicaciones sociales. Uno no debe decir que es lo bueno y que es lo malo, hay que tratar de salir del maniqueísmo, y hacerlo es muy difícil, hay que hacer una gran investigación.
Cuando se muestra ese trasfondo, ¿qué es lo que se pretende?
Hay una cuestión, el foco de ‘Sumas y Restas’ no está sobre el traqueto. Lo que se busca es mostrar el proceso. El narcotráfico es un proceso social que responde a una economía clandestina, que tiene una división del trabajo, que es todo un montaje que tiene sus etapas y la existencia de un disfraz. Eso significa que la violencia que suscita el narcotráfico no depende de unos personajes como tal. Esos procesos son los que yo veo que están metidos en el filme.
¿En ‘Sumas y Restas’ qué es lo que pretende usted narrar?
Trato de mostrar con ‘Sumas y Restas’ que hubo un momento en donde la sociedad de Medellín, la legal, incluida, una sociedad ingenua, inocente, entra en relación con el narcotráfico creyendo que va a pasar una reconciliación entre las clases sociales y hay un momento de euforia porque parece que la ciudad va por fin a tener una riqueza que se va a repartir entre todo mundo, pero en el fondo lo que se crea es una economía clandestina que es terrorista y de guerra profunda, entonces lo que hace el narcotráfico es que se riega por todo el tejido social y lleva a todos los rincones de la sociedad una guerra brutal que todavía vivimos.
¿Hace falta una formación de audiencias para el cine y la televisión en Colombia?
Lo que pasa es que el público en Colombia está sometido a lo que le den y esto no le ha permitido construir una mirada para escapar en la banalización, de la insensibilidad y el mal. Lo que faltan aquí son películas donde se muestre el destino profundo de los personajes y no se convierta en un género ese fracaso profundo en que se han convertido todas esas películas y novelas. Yo lo que he intentado mostrar es que hay unas dos colombias, hay una que ha crecido en una intemperie institucional que crece sin ningún tipo de contacto con la academia ni con las instituciones de ninguna clase, crece en la calle.
¿Mostrar esa otra Colombia, esa otra ciudad, es la necesidad de mostrar al otro, al excluido?
La gente que llega a dedicar su vida y a poner en peligro su integridad en esas economías clandestinas es una gente que ha sido obligada participar de todo este movimiento, no tienen otra opción de sobrevivir, entonces esos victimarios en esas películas, que han sido catalogados como los malos, son las primeras víctimas de un estado social. La dignidad es lo primero que se pisotea y se mancilla. Un vendedor de droga está poniendo en juego su libertad, su vida; una prostituta, un cuerpo despojado de su dignidad; un drogadicto, su mente, su libertad, su dignidad, todo eso; entonces no puedes, esos pecados a los que la gente se arriesga, no los puedes criticar, sería una revictimización.
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De la coca a la cocaína: el narcotráfico como fenómeno social
Por: Gustavo Patiño
El segundo día del 13º Festival de Cine de Neiva Cinexcusa tuvo como hilo conductor el narcotráfico y las afectaciones que genera tanto social, como política, ética y económicamente. La jornada abrió con las palabras de Luz Mery Panche, líder indígena Nasa que participó activamente en la construcción de los acuerdos entre el Gobierno de Colombia y las Farc, como garante de las poblaciones que usan las coca tradicionalmente, principalmente en el componente de sustitución de cultivos conocidos como de ‘uso ilícito’. Ella, en una conversación con la profesora Ofelia Ramírez, de la Facultad de Educación de la Universidad Surcolombiana, se refirió a la diferencia entre la coca y la cocaína.
“Este es un tema de mucha importancia y mucha actualidad porque es el de la colonialidad, que a pesar de que ya no es política porque nos independizamos, sigue siendo mental, al tener una visión sobre las plantas ancestrales como la coca, criminalizándolas”, inició la profesora Ramírez.
Durante el conversatorio, previo a la proyección de ‘El Arriero’ de Guillermo Calle, Luz Mery Panche sentó una postura crítica y determinante sobre el enfoque que tiene el actual gobierno hacia la coca, sus cultivadores y quienes hacen uso tradicional de ella, “hay una criminalización en la implementación, aunque se habla de sustitución. Lo que hemos podido ver durante este año en cuanto a la implementación, es que ha cogido de sorpresa a todo el mundo y al Estado, sobre todo en los territorios se ha visto la desarticulación”, aseguró y afirmó que las políticas de erradicación, aunque pareciera que tratan de contrarrestar el fenómeno del narcotráfico, “todo depende del mercado ilícito de la coca. Si el precio baja, y es porque mucha gente está sembrando coca, entonces se inicia la erradicación a toda costa y así vuelve a subir el precio”.
En la tarde, jóvenes que hacen parte del proceso de reinserción resultado de los acuerdos con las Farc participaron de un conversatorio en el que hablaron sobre sus aspiraciones y proyectos económicos para dejar atrás la vida de la guerra, “siempre ha sido nuestro propósito dejar las armas y empezar a estar en política con ellas, siempre lo pensamos, porque la paz es un derecho. ‘Ambientes Para la Paz’ es un excelente proyecto que pretende generar una iniciativa de turismo sostenible, amigable con el ambiente, no se trata de destruir sino de convivir en armonía con la naturaleza”, afirmó uno de ellos durante la discusión, haciendo hincapié en la importancia de dejar atrás economías de la guerra, como el narcotráfico. Igualmente, una de sus compañeras habló sobre la importancia del enfoque de género, como fue construido de la mano de las mujeres farianas, campesinas y afectadas en zonas de conflicto, cómo entender el narcotráfico y las afectaciones que dejó a las mujeres que lo sufrieron y lo siguen sufriendo aún. Posterior a esta charla fue proyectada la película ‘Matar a Jesús’, que pone sobre la mesa el problema de la droga, el microtráfico y la descomposición social que trae consigo.
En la noche, Víctor Gaviria, director de ‘La Vendedora de Rosas’ y ‘Rodrigo D No Futuro’, presentó su película ‘Sumas y Restas’ que, como dijo posterior a su proyección, es el retrato de la relación que existió entre la Medellín legal y la ilegal en los años de los ochenta, “yo quería hacer una historia de esas dos ciudades, la ciudad legal que es representada por el ingeniero y la ciudad ilegal representada por el traqueto. Quería recrear esa época en la que la Medellín se encontraba en una luna de miel, todas las noches eran una fiesta y la gente de diferentes procedencias sociales llegaba y se conocía, quería narrar ese encuentro entre esos dos mundos, ese encuentro fracasado, ya que el narcotráfico es una economía ilegal llena de guerra que atraviesa todos los niveles sociales”, aseguró el reconocido director de cine.
Gaviria señaló que sus películas, más que narrar una historia, son películas de universo, donde se narra el contexto y se busca generar la comprensión por parte del espectador de lo que es el fenómeno social del que habla la película, como en el caso de ‘Sumas y Restas’ que es el narcotráfico, “es una forma de ser y estar en la sociedad, una forma excluida porque es ilegal”.
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