Por: Gustavo Patiño
Por el lente de Natalia Botero han pasado casi treinta años de historias. Historias del conflicto colombiano, de despojo y desplazamiento, pero ella con su garbo lleno de la dignidad de una fotógrafa que decide qué contar, determinó hace mucho tiempo que las historias que sus fotos cuenten sean las de la memoria, para nunca olvidar, para hacer catarsis y continuar.
¿Cómo llegas a decidir que la memoria es el principal tema de tus fotografías?
Uno empieza a construir un proceso personal del sentido de hacer fotografía y en esa trayectoria comienza también a pensar lo que uno hace y en esa trayectoria el trabajo mío ha dejado de ser la fotografía de noticias, la fotografía del momento, para volverse entonces relatos de largo aliento donde hay que trabajar el tema de la memoria.
¿Pero ver tanta guerra y conflicto no te ha afectado?
La mayor afectación ha sido que llevo casi treinta años viviendo ante mis ojos el conflicto y cada vez se ve menos clara la posibilidad de que la muerte, el terror y la violencia no sean esos temas cotidianos, que se puedan dejar de hablar en el futuro, sino que se volvieron comunes. Para uno hay una cierta frustración y un cansancio moral, en vez de sanar heridas y solucionarse la situación del país antes se agudiza más y eso me ha generado una desazón profunda.
¿Por qué sigues insistiendo en tu labor?
Quería que la fotografía no se convirtiera en ese mecanismo y esa herramienta para seguir registrando ese dolor, sino que fuera la herramienta para construir esa transformación, ahí es donde me instalo yo, donde más que la herramienta mía, la fotografía se convierta en la herramienta de sanación, de perdón, de reconciliación, mas no de olvido.
¿Cómo crees que nos ha afectado el narcotráfico?
Lo que nos deja el narcotráfico es un cambio cultural muy profundo. Generó la cultura de la plata fácil, de las armas que te dan el poder por encima de cualquier otra cosa y de que ya los jóvenes viven el ‘no futuro’, pues es más fácil tener un arma y generar mucha plata que tener que gastar cinco años en una universidad. Se perdieron los valores y principios, el narcotráfico le hizo un daño inmenso al país, en la corrupción política, en las familias y las formas de vivir; no es algo que se pueda acabar tan fácil, sino que está arraigado en nosotros, en lo que somos.
En cuanto a la fotografía ¿Qué diferencia ves entre la análoga y la digital?
Siento que tuve la posibilidad de aprender la fotografía de un sistema que permite una reflexión, pensar, que te obliga a hacer, que fue el análogo, además de ser un número limitado de fotos, te pone a leer bien la luz, generar una obturación precisa y que es una edición desde la toma. El sistema digital volvió perezosa a la gente y le entorpeció la mirada, porque como mucho se resuelve en programas digitales, entonces hay un facilismo muy perverso que no permite que se construya la imagen desde lo propio que es ella.
¿Y cómo motivas a tus estudiantes a que hagan mejores fotografías?
Yo los motivo a que primero haya una conexión con ellos y con el deseo del hacer, que miren y que observen antes de obturar, para que lo que obturaron y fotografiaron sea lo que quieren hacer. Siempre los animo en que más que pensar que van a tener la fotografía de la ‘chiva’, es que tengan la fotografía buena que quieren llevar.