Los ‘Falsos Positivos’ salieron a la luz en Colombia cuando se supo que jóvenes de Soacha habían sido asesinados por integrantes del Ejército y presentados como guerrilleros muertos en combate. El escándalo destapó un crimen de lesa humanidad ejecutado sistemáticamente por la fuerza pública. En el Huila el OBSURDH ya había denunciado esto.
Por Gustavo Patiño
“Hablar de la verdad implica hablar desde varias orillas, la verdad tiene muchas versiones. Sin embargo en el marco de trabajar por construir verdad nosotros buscamos que las voces de las víctimas sean escuchadas, porque nos hemos enseñado a escuchar la verdad desde las versiones de las instituciones oficiales, pero no escuchamos las otras verdades de lo que le ocurre. Nuestra lucha ha sido darle voz a quien nunca se ha escuchado”, señala Andrea Jiménez, Coordinadora del Observatorio de Derechos Humanos del Huila.
En esa lucha por la verdad OBSURDH lleva más de una década. Como resultado publicó un informe presentado en el marco de la semana por la paz donde señala que fueron 255 personas las que fueron asesinadas bajo esta modalidad. El sociólogo Oscar Prieto señala que el modus operandi en Huila y Caquetá fue el de “jóvenes de barrios populares y zonas campesinas, donde se escogen previamente para garantizar que sus denuncias sean poco conocidas, que la búsqueda por parte de sus familiares no sea efectiva, no tengan una representación jurídica eficiente, que los medios de comunicación no le van a dar voz, entonces hay una predeterminación de quienes son las víctimas en el territorio sur colombiano”.
Según Prieto, las características en Huila y Caquetá fueron dos:
- En muchas zonas donde no existía una presencia frecuente de acciones bélicas se cometieron este tipo de hechos para poder mostrar resultados. Pero como no había una presencia de actores armados significativa que pudiera ser sustentable dentro de un proceso de investigación, así sea controlado desde justicia penal militar. Entonces se asociaban en el ámbito de la opinión pública regional con bandas delincuenciales o con estructuras de delincuencia común, que no responde al patrón nacional de los falsos positivos.
- Particularmente, en estos dos departamentos se identificó que hubo víctimas mujeres y menores de edad, que mostraban que en el afán de desarrollar este crimen de lesa humanidad, se podía encontrar la víctima en cualquier lugar, no había una diversidad más allá de un carácter de identificar a aquella persona como alguien que no iba a ser buscada por la sociedad en su conjunto, representada en sectores políticos o económicos dominantes, que no iban a reclamar por su vida. Ese se convertía en el principal elemento de identificación de ellos.
“Nosotros identificamos que es una práctica desde los 80 en el departamento cuando fueron cuando asesinados miembros de la Unión Patriótica, inclusive algunos que estaban ya inscritos como candidatos, como un caso donde él y su esposa fueron asesinados, él era candidato a la alcaldía de Pitalito y tenía una vida civil reconocida, era comerciante y como si nada fueron presentados como guerrilleros muertos en combate y eso fue en el año 87”, asegura Oscar Prieto.
Y los ejercicios de memoria y resistencia en la construcción de la verdad han tenido ataques que han tratado de impedir que la sociedad huilense conozca, por ejemplo, cuántos fueron los ‘Falsos Positivos’ ejecutados en el Huila pues, luego de pintar un mural en la Carrera Segunda entre Calle 21 y Av La Toma, este fue borrado con pintura blanca de aceite, “los rostros de los militares fueron completamente borrados al parecer fueron rastrillados con cepillos de puntilla con la intencionalidad por supuesto que no quedará rastro de los rostros de los militares y el muro fue nuevamente pintado pero con pintura de aceite es decir quienes borraron este mural lo hicieron con la intencionalidad de que quedaran totalmente borrados”, agrega Andrea.
Los esfuerzos siguen por parte de la sociedad civil y las organizaciones de Derechos Humanos en la construcción de la verdad, “nosotros identificamos esa verdad, ese derecho fundamental, como una mesa, que además debe ser construida entre todos para que pueda reparar, dignificar y dar un tránsito de la guerra a la paz o hacia ámbitos más democráticos para el trámite y la gestión de los conflictos”, apunta Prieto.