Por: Juan Sebastián Arias Palomá
“Entender el equilibrio natural del planeta es clave desde la óptica de género, ya que la variable de raza, etnia y origen nacional conlleva a una identidad compuesta y diversa que estimula la conducta cuidadora y defensora de la mujer combatiente en situaciones adversas, como por ejemplo las mujeres indígenas de la Guajira en su lucha constante con Cerrejón”, menciona Vanessa Daza Castillo, abogada ambiental y columnista en DeJusticia.
En la conversación Sol Cortés, trabajadora social con estudios en perspectiva de género y moderadora del espacio, dardea que décadas atrás, el capitalismo y patriarcado han necesitado el uno del otro para mantenerse y reproducirse. En consonancia con los modelos económicos históricamente imperantes como el feudalismo y su apalancamiento con el hombre blanco occidental.
Estos sistemas económicos, especialmente el capitalismo, han servido para crear divisiones entre hombres y mujeres, sexualizando la productividad laboral. De allí es donde radica la postura de que el hombre por su fuerza natural es el encargado de abastecer de alimentos e ingresos cuantiosos el hogar. “Y la mujer, por otro lado, cumplir el rol reproductivo, doméstico, cuidador y como si fuera poco, no remunerado”, justifica disiente y enfatiza Vanessa Daza.
Y agrega:
“Ser cuidadoras y defensoras de la vida y el territorio es una condición intrínseca de las mujeres y madres. Por supuesto que lo somos; nos permite conectar con las demás personas y con ello apadrinarnos de otras situaciones. La mentira del sistema capitalista y patriarcal es hacernos creer natural y cotidiano que es un rol completamente nuestro, cuando es de todos los seres vivos velar por la preservación de natura. Que, en términos materiales, es una postura en demasía colonialista que condena de igual modo al hombre blanco occidental”.
Y complementa Vanessa: “El ser humano no puede pensarse fuera y ajeno de la naturaleza. Es que sin ella no podemos vivir”. Así mimo, la prevalencia de natura necesita de nosotros lo seres humanos que en ese orden de ideas, expone la fragilidad de los seres vivos donde los términos cooperación y codependencia, son garantía de preservación de la vida.
Autonomía y feminismo
Como se menciona en el párrafo anterior, el término autonomía tiene que repensarse porque somos seres interdependientes. Necesitamos el uno del otro y por ende existen las sociedades, la comunidad y la política que es la lucha por alcanzar la felicidad. “Luchas, que tienen relevancia por el cuidado hacia el otro”, asevera Vanessa Daza.
“No pensemos en marchas y causas divididas, sino una correlación de luchas conjuntas”
Lo bonito de las causas son sus alianzas, aquellos lazos que permite a las comunidades sin relación alguna encontrar propósitos en común. Por ello, derrocar la cultura interpuesta de las clases sociales; esa de vivir condicionados por nuestro género, realidad económica y color de piel, es la que nos permitirá trabajar conjuntamente por nuestros recursos naturales y dejar a un lado el antropocentrismo del consumo materialista.
Ecofeminismo
Es claro que no tenemos que vivir puntualmente lo que les pasa a otras mujeres para sumarnos y apoyarlas. Lo crucial es exponer que las luchas se entrelazan, especialmente las ambientales y feministas. “Por eso el ecofeminismo llena mis días de felicidad y de color selva. Neologismo que más que estudiar la correlación de la mujer y la naturaleza, entiende la dependencia intrínseca de los seres vivos con el planeta”, comparte dichosa Vanessa Daza Castillo
¡Qué viva el ecofeminismo! Despide con tesón Sol Angy Cortés Pérez.