Por: Walter Steven Villabon Trujillo
En el último día del Cinexcusa, en su versión número 16, unas de sus invitadas es la gran cineasta y actriz Iciar Bollain, entrevistada por Winston Manrique, Director de WMagazín. Y en medio de toda la alegría por otro año de Cinexcusa recordaron toda la trayectoria de Bollaín, comenzando su faceta de actriz desde los 15 años y toda su filmografía como: Flores de otro mundo, Te doy mis ojos, Mataharis, También la lluvia, Katmandu, En tierra extraña, El olivo, Yuli, La boda de rosa, Maixabel.
Durante este diálogo, y la tarde de viernes comenzando, una de las conclusiones a las que se llegaba era que el trabajo de la experimentada Icíar era que con sus personajes nos recordaba que solo se puede avanzar con el apoyo de otros, “cuando me he metido en las distintas historias te das cuenta de que la gente sale de situaciones muy complicadas por el apoyo de alguien”.
Necesitamos el colectivo
La conversación entre ambos protagonistas del encuentro los llevaba a navegar en uno de los dilemas presentes en las producciones de Icíar, “la gente que se apoya durante las crisis”. Entre tanto veían pequeños fragmentos de Te doy mis ojos, La lluvia y Maixabel, analizando los constantes problemas de violencia con los cuales tenían que lidiar y hacían un paralelo con la realidad, agregando la ventaja que ofrecía el cine y una de sus funciones: educarnos a todos. “Esa es una función que las películas pueden llegar a tener, que uno sueña, que ojalá la película se pueda volver, ojalá, un instrumento”, dijo Icíar.
El mañana
Algo en lo que se ha avanzado con los problemas de violencia que se visibilizan, según la cineasta, es que “antes era un problema del ámbito privado y ahora es del ámbito público”, pero a la vez preocupa el lenguaje cinematográfico que se ha dado con las series cuando se alarga el tema, se buscan nuevas formas de contar las historias y de girar la trama en cada episodio. Pese a esto, se considera que las salas de cine, por ejemplo, no se acabarán, “yo no creo que las salas de cine se acaben, la sala oscura tiene un componente catártico. La gente llora en el cine, y cuando se prenden las luces y se ve al resto de personas, hay como una comunión”, finalizó Iciar.