Bambalinas adornan nuevamente el Cinexcusa
Por: Juan Sebastián Arias Palomá.
“Hagan lo que se les dé la regalada gana”, exclama el experimentado actor colombiano Álvaro Rodríguez en la apertura de la versión número doce del Festival de Cine de Neiva Cinexcusa.
La noticia del regreso del Cinexcusa trajo consigo grandes expectativas para personalidades siempre curiosas de indagar la esencia misma que contiene el Festival más importante del Huila. Siendo así, la reflexión y el análisis que decantó el acuerdo de paz con las Farc y su debida implementación, como columna vertebral, para acatar las miradas escépticas por intermedio del arte, puedan interpretar el posconflicto.
Asimismo, el auditorio Olga Tony Vidales de la Universidad Surcolombiana, se pinta de verde y morado, colores representativos de la versión 12º del Cinexcusa. Donde al parecer, el clamor del público huilense no da espera, y como si habláramos de una peregrinación, fueron copando puesto por puesto los asistentes de la versión 2017.
¡El arte es el relato de cada época!, pregona el actor Álvaro Rodríguez mientras se dirige al escenario luego de los actos protocolarios, en medio de una estampida de aplausos y buenas palabras por venir a Neiva. Él como siempre, animado por calar en el subconsciente de sus espectadores que el teatro es el de la verdad.
Entre tandas enérgicas de aplausos, Álvaro saluda a su caluroso público que lo recibe fraternalmente entretanto se acomoda en el escenario. Al costado del actor, lo espera Jhorman Farfán, licenciado en educación con énfasis en educación artística; todo un apasionado por la cultura y por fortuna, el que fungiría como periodista para el reconocido actor.
Para romper el hielo, muy astutamente Jhorman, abarca la trayectoria de Álvaro Rodríguez, personaje por personaje, por ejemplo, Tribilín <intempestivamente, Álvaro hace una mueca recordando a Tribilín, el público se parte en risas>. Consecutivamente Jhorman le pregunta sobre su esencia como persona, es allí, donde Álvaro en su introspección, dice que “es una persona del común y corriente”.
“Al ser del común y corriente me rodean los defectos como las espinas con las rosas. Al igual que todos, cargo mi costal de conflictos y vivo para solucionarlos, porque esa es la naturaleza de la vida, vivir en un continuo cambio, una transformación, la metamorfosis del alma”. Poniendo al desnudo nuestras diferencias podemos convergir en acuerdos mutuos; eso se llama respeto y con el respeto alcanzamos la verdadera paz, menciona Álvaro con rígido acento.
“Mientras perdure la hambruna y la miseria, la paz seguirá siendo la capital de Bolivia”
Entre risas y mamadera de gallo del actor y el presentador, Álvaro vuelve a cuestionar la forma de pensar del público. Dice que “en el ejercicio de comprender, escuchar y respetar al otro en su diferencia, los conflictos se vuelven pactos de convivencia, permitiéndonos como ciudadanos de derecho “hacer lo que se nos dé la gana y así conseguir la felicidad individual que aportará en su momento a la comunidad”.
Apoyar el proceso de paz con las Farc y con cualquier insurgente es de máxima importancia. Cambiar el accionar de un arma por el de una cámara no tiene punto de comparación, porque cuando soñamos algo de pequeños y al verlo tangible en la madures, nos hace ciudadanos más estables tanto emocionalmente como racionalmente. Dejar la frustración de un menor que empuña un fusil por un cuaderno y un esfero, transforma la manera de pensar de un país.
Luego de la extensa declaración, el que personificó en su momento a Tribilín, asevera que la clave de que el país salga adelante depende de la educación y la cultura. De la educación porque a través del conocimiento, de la literatura, de inculcar el hábito a la lectura, dejamos de un lado la tergiversación que generan los medios tradicionales de comunicación para nutrir la cizaña con la que viven los políticos que se lucran de la guerra. “Es que la industria más desarrollada es la bélica” por eso la conveniencia mentirle a las regiones; con el único fin de recibir comisión de un conflicto armado que nunca tuvo razón de ser.
Por eso, a través de la educación enfoquemos la lectura idónea de la realidad colombiana para tener un mapeo cristalino de lo que padece, vive y necesita nuestra sociedad. Por el lado de la cultura, liberar el alma de prejuicios y arandelas, del que dirán y los complejos. Mostrarnos tal cual somos, qué podemos aportar a la sociedad desde nuestras particularidades, eso se llama cultura.
La cultura y el arte es un injerto nuestro, personalmente yo vivo de eso, pero todos somos artistas, porque nuestros oficios diarios son arte. Y como artistas -dice efusivo entre sus espectadores- hagamos la mejor obra de teatro basada en la paz y la reconciliación; esperando siempre su final feliz.
“La palabra es como un taladro”
Positivamente, el auditorio Vidales seguía recibiendo público diverso. Sus caras, sus looks, sus vestuarios, dejaban ver la multiculturalidad que nos recoge como colombianos. Y que mejor momento el de anticiparse al auditorio, ya que Álvaro ejemplifica la importancia del lenguaje. Acentúa que “las vanguardias fueron una expresión misma del lenguaje y del cómo se piensa el ser humano”, solo a través de la palabra se conocen las virtudes y falencias del otro. El escucharse al otro, consigue la comprensión y como efecto la concertación y decisión de hechos concretos.
¿Cuándo es importante el arte?
Como pregunta final de Jhorman, para darle paso a la proyección cinematográfica del día, Siempreviva, Álvaro sin titubeo alguno relata: “siempre y en toda medida el arte es la razón más importante del ser humano. Porque es la única vocación que permite sensibilizar y humanizar al contrario. Tanto así, que te hace cuestionar para que te conozcas como ser y cuando te encuentras como ser, descubres que es más importante una pregunta que una respuesta. Al implementar el arte de la mayéutica conectas tu mente con la del otro, y solo conectándonos todos como hermanos –ahora no crean que soy religioso, vuelve a quebrar el público en risas– podemos vivir en un país donde el sol brille para todos”.
No siendo más, las luces pierden fuerza y las pantallas recrean la primera de las 28 historias cinematográficas que trae el festival para este año, dejando para el recuerdo de los presentes que el entretenimiento es un trabajo que busca sensibilizar por intermedio de lo real, y que solo a través del tacto y la “mamadera de gallo consiente” basada en comportamientos cívicas, éticas y morales, el rumbo de nuestra sociedad tendrá destino despejado.
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