Víctor Gaviria, director premiado nacional e internacionalmente y que ha sabido romper los paradigmas de la estética predispuesta por la industria del cine, está en la 13ª versión del Cinexcusa para, luego que sea proyectada su película ‘Sumas y Restas’ este martes a las 6:30 p.m, hablar de narcotráfico.
¿Cuál cree que es la diferencia entre la narconovela y las películas de Víctor Gaviria?
Yo creo que a esas novelas les falta mucha investigación del entorno y terminan poniendo de héroe a los personajes y caricaturizando al fenómeno del narcotráfico. La diferencia que hay con ‘Sumas y Restas’ es, cuando trabajo, trato de recrear el universo de la película, de la historia, eso que sobrepasa el argumento, de tal manera que la gente encuentre muchas explicaciones sociales. Uno no debe decir que es lo bueno y que es lo malo, hay que tratar de salir del maniqueísmo, y hacerlo es muy difícil, hay que hacer una gran investigación.
Cuando se muestra ese trasfondo, ¿qué es lo que se pretende?
Hay una cuestión, el foco de ‘Sumas y Restas’ no está sobre el traqueto. Lo que se busca es mostrar el proceso. El narcotráfico es un proceso social que responde a una economía clandestina, que tiene una división del trabajo, que es todo un montaje que tiene sus etapas y la existencia de un disfraz. Eso significa que la violencia que suscita el narcotráfico no depende de unos personajes como tal. Esos procesos son los que yo veo que están metidos en el filme.
¿En ‘Sumas y Restas’ qué es lo que pretende usted narrar?
Trato de mostrar con ‘Sumas y Restas’ que hubo un momento en donde la sociedad de Medellín, la legal, incluida, una sociedad ingenua, inocente, entra en relación con el narcotráfico creyendo que va a pasar una reconciliación entre las clases sociales y hay un momento de euforia porque parece que la ciudad va por fin a tener una riqueza que se va a repartir entre todo mundo, pero en el fondo lo que se crea es una economía clandestina que es terrorista y de guerra profunda, entonces lo que hace el narcotráfico es que se riega por todo el tejido social y lleva a todos los rincones de la sociedad una guerra brutal que todavía vivimos.
¿Hace falta una formación de audiencias para el cine y la televisión en Colombia?
Lo que pasa es que el público en Colombia está sometido a lo que le den y esto no le ha permitido construir una mirada para escapar en la banalización, de la insensibilidad y el mal. Lo que faltan aquí son películas donde se muestre el destino profundo de los personajes y no se convierta en un género ese fracaso profundo en que se han convertido todas esas películas y novelas. Yo lo que he intentado mostrar es que hay unas dos colombias, hay una que ha crecido en una intemperie institucional que crece sin ningún tipo de contacto con la academia ni con las instituciones de ninguna clase, crece en la calle.
¿Mostrar esa otra Colombia, esa otra ciudad, es la necesidad de mostrar al otro, al excluido?
La gente que llega a dedicar su vida y a poner en peligro su integridad en esas economías clandestinas es una gente que ha sido obligada participar de todo este movimiento, no tienen otra opción de sobrevivir, entonces esos victimarios en esas películas, que han sido catalogados como los malos, son las primeras víctimas de un estado social. La dignidad es lo primero que se pisotea y se mancilla. Un vendedor de droga está poniendo en juego su libertad, su vida; una prostituta, un cuerpo despojado de su dignidad; un drogadicto, su mente, su libertad, su dignidad, todo eso; entonces no puedes, esos pecados a los que la gente se arriesga, no los puedes criticar, sería una revictimización.